El español Ismael Crespo Martínez es un reconocido doctor en Ciencias Políticas y Sociología, especializado en comunicación política y campañas electorales en América Latina. En una entrevista con LA NACION, el académico aseguró que la pandemia dejará un mundo de “mayor polarización” y que “la grieta no solo va a estar presente, sino que se va a agrandar”.
Crespo Martínez advirtió por los desafíos que enfrenta Alberto Fernández para dirigir el país en medio de la pandemia. Entiende que el Presidente demostró dos tipos de liderazgos. “Hasta marzo vi un liderazgo innovador, transformador, de querer juntar voluntades. Ahora veo un liderazgo más perdido en la contingencia. Su equipo no ha sabido plantear un plan B”, señala. No será más benévolo con Mauricio Macri : “No ha logrado nada durante el tiempo que estuvo. Ha sido un trasto andando por el palacio de gobierno”.
La entrevista se dio en la previa de la conferencia que Crespo Martínez dará este miércoles en el Amcham Communication Forum, un evento organizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (Amcham). Allí, el académico profundizará sobre las perspectivas de la comunicación política para la próxima década, en la que predominarán la polarización y los mensajes que apelan a la emoción.
-¿Cuáles son los desafíos en materia de comunicación política que deja la pandemia?
-Estamos acostumbrados a hacer un tipo de comunicación política y persuasiva que tiene que llegar a públicos amplios y que aunque es mediatizada mayoritariamente, ahora los mecanismos tradicionales como las conferencias de prensa o los periódicos en papel están desapareciendo, igual que los actos públicos. En América Latina vienen rondas de campañas electorales que plantean el problema de cómo pasamos a una comunicación absolutamente digital. Hay que buscar elementos de entretenimiento para que las campañas no sean aburridas. El segundo tema es la gran inversión que se debe hacer para manejar la comunicación a través de los datos, trabajar con buenos procesos de minería. Eso se está introduciendo a marchas agigantadas.
-¿Los gobiernos están preparados técnica y económicamente para aplicar el análisis de datos en cantidad para fines políticos?
-Los gobiernos son los que mejor están preparados. El punto fundamental es tener los datos, después preguntarse qué hacer con ellos y la tercera parte es procesarlos. Es cierto que los sistemas ya estandarizados normalmente no te sirven porque tienen una serie de rutinas que seguramente no pueden producir lo que estás queriendo, pero al final es una cuestión puramente tecnológica. Lo fundamental es cómo acumulas datos y los gobiernos son los que más tienen.
-Lo llevo al plano local. ¿Por qué cree que la grieta sigue siendo redituable en la Argentina?
-Hay una perspectiva de algunos sectores políticos de que el mundo que se viene en esta década va a ser más racional que emocional. Los consultores dicen “nos hemos pasado de frenada y tenemos que volver a no tener políticos que dicen cosas que no tienen sentido y que solo buscan votos”. Se busca limitar los espacios de comunicación emocional y ser más responsables y racionales. Yo lo admito, pero creo que vamos hacia lo contrario. Vamos a un mundo más emocional que racional porque es una forma buena de poder acercarse a los ciudadanos y electores. Vamos a un mundo de mucha mayor polarización y ahí la grieta va a estar no solo presente, sino que se va a agrandar. Es redituable en términos puramente comunicacionales porque las sociedades son enormemente heterogéneas y ya no se las puede llamar como “¡Obreros, vótenme!” porque ya no existen esas clases. Una forma de acercarse es dividir la sociedad en dos aguas a través de un discurso que hace que haya públicos que en principio podrían ser muy diferentes pero acaban encontrando en un relato la esencia de por qué están unidos. En términos políticos es redituable porque cuando el cauce del río es pequeño los electores saltan de un lado a otro, pero cuando es grande a los electores nos cuesta más saltar. Cuando polarizas y generas en los tuyos un pensamiento de que lo que los otros piensan es muy distinto a lo que piensas tú, la forma de saltar es casi imposible. Lo que no es cierto es que los otros piensen como tú crees que piensan, porque a veces piensan parecido. Pero eso no lo sabes. Vamos a un mundo de mucha mayor polarización y ahí la grieta va a estar no solo presente, sino que se va a agrandar. Una forma de acercarse a la sociedad es dividirla en dos aguas Ismael Crespo Martínez
-Hay encuestas recientes de intención de voto que indican que buena parte del electorado ya sabe que elegirá entre el Frente de Todos o Juntos por el Cambio, pero hay un porcentaje no menor que puede inclinar la balanza que afirma que vota líderes y no espacios. ¿La gente vota personas o partidos?
-En los últimos períodos electorales el factor predominante fue el personal, sin ninguna duda. Puede haber un voto anclado en una determinada corriente porque te sientas peronista o anti peronista pero al final quien define las elecciones son aquellas personas que van a votar por líderes. Hay partidos que ya no son partidos. En España, Podemos es un partido donde hay un señor que se llama Pablo Iglesias y una cúpula partidaria pequeña, y Ciudadanos es muy parecido. Los grandes partidos nacionales tienen liderazgos fuertes. En Francia e Italia, viejas democracias de Europa, están igual. En América Latina se asume más porque hay un factor institucional, que es el presidencialismo, que arrastra un elemento de personificación del voto.
-¿En Bolivia ganó Luis Arce, Evo Morales o al Movimiento al Socialismo (MAS)?
-Es una conjunción. Arce dio el plus para ganar la elección pero hay una base de voto que pertenece al MAS, que al cabo es una identificación con Evo. El candidato le dio un valor importante y diferencial para ganar. La interpretación de que ganó Evo es sesgada, errónea y malintencionada.
-Desde hace años la academia habla de una crisis mundial de liderazgos tradicionales que se materializa con victorias de personas como Donald Trump o Jair Bolsonaro. ¿Hacia dónde irá la tendencia?
-Lo que dicen los consultores es que se ha ayudado a construir liderazgos disruptivos que generan pérdida de confianza en las instituciones, en los partidos políticos y que generan procesos de alta confrontación. Creo que estos liderazgos van a seguir presentes de forma continua. Ha coincidido en estos años que tenemos a [Andrés Manuel] López Obrador en México y a Bolsonaro en Brasil, que son los dos países de mayor PBI y población en América Latina. Tenemos a Trump en Estados Unidos y a Vladimir Putin en Rusia. En Europa podemos encontrar al menos media docena de líderes de esta naturaleza, muchos de la antigua Europa del Este. Además, hay liderazgos que no están presentes gobernando pero tienen representación parlamentaria o forman parte de los gobiernos como ocurre en España. No veo que estos liderazgos no vayan a estar y más cuando la pandemia va a dejar un rastro muy importante no solo de muertes sino de destrucción económica. Eso es terreno de cultivo absoluto para ello.
-¿Qué lugar ocupan algunas redes sociales en la construcción de este tipo de liderazgos?
-Fundamental. Las redes sociales se convierten en una cámara de eco, como Twitter, donde la gente refuerza sus opiniones y echan más leña al fuego pensando que eso es lo que piensa el conjunto la sociedad cuando en realidad es lo que piensa un pequeño grupo de la gente que se activa en pequeñas cámaras de eco que se relacionan por fuera de ese sistema. Es un elemento muy polarizante, pero no solo son las redes sociales: las televisión también. Los programas de info-entretenimiento con periodistas, políticos y ciudadanos debaten generando con clima de que el país está confrontado y el país percibe esa imagen. No olvidemos también el WhatsApp, el gran mundo olvidado: los mensajes que se comparten en grupos de amigos y trabajo a veces falsos que te enzarzan en peleas con compañeros o en reforzar opiniones a veces disparatadas. Las redes no son generadoras de la polarización pero sí impulsoras.
-¿Puede surgir un liderazgo así en la Argentina?
-En principio no, pero la crisis del coronavirus no sabemos a dónde nos lleva. En principio parecerían estar asentados dos espacios muy definidos. Es posible que el espacio dominante actual se rompa y se generen tres espacios, que sería lo más normal. Era parte de reconstrucción del sistema de partidos que hizo Néstor Kirchner de tres espacios, uno con el peronismo más kirchnerista, otro con un peronismo moderado y luego un grupo más liberal o conservador. Ese clima en la Argentina se mantiene estable y hay un sistema de élites políticas bastante permanente a nivel provincial como nacional. No lo veo, pero repito: vamos a ver qué sucede con lo que nos deja la crisis porque al principio nos dijeron que esto era un ratito, después nos dijeron que era un rato más largo y ahora nos dicen que es un rato muy largo. Va a dejar mucha miseria.
-¿Qué tipo de liderazgo ve en Alberto Fernández?
-Veo dos. Uno desde la campaña hasta marzo y otro después de marzo. Después de marzo lo vi a contra pie, diciendo “tengo un plan que quiero llevar a cabo” pero cada vez que intenta poner el plan la contingencia se lo lleva por delante. Hasta marzo he visto un liderazgo innovador, transformador, de querer juntar voluntades aunque con un plan propio. Ahora veo un liderazgo más perdido en la contingencia, como que su equipo no ha sabido plantear un plan B. Hay un plan A con algunas correcciones y ahí empiezan a ver algunas fallas comunicacionales que también produce la vicepresidenta, que tiene una agenda propia y distinta a la del Gobierno. El plan de Fernández está zarandeado por el Covid-19, por algunas cuestiones de la vicepresidenta y por las presiones de la oposición y de las internas en la coalición gobernante.
-¿Y qué líder ve en Mauricio Macri?
-No lo veo. Vi que había vuelto ahora, pero en su momento lo vi como un líder de salida. Veo que el Covid-19 puede hacerlo entrar. En lo personal, creo que es un líder que ha quedado en entredicho. No ha logrado nada durante el tiempo que estuvo. Tuvo un plan que no se pudo cumplir, no pudo abarcar ninguna de las contingencias que se produjeron, tomó una senda económica que tampoco fue adecuada. El no tomar decisiones en los tres primeros meses fue la peor de las decisiones. Cuando un gobierno asume con legitimidad y popularidad hay que tomar las decisiones difíciles. El haber esperado que llegaran las elecciones intermedias con la expectativa de tener una mayoría más fuerte para implementar medidas más duras en las segunda fase de gobierno lo ha llevado en picado. Tengo una visión negativa de él o de su equipo. Ha sido un trasto andando por el palacio de gobierno. Ha sido una oportunidad perdida para la Argentina.El no tomar decisiones en los tres primeros meses fue la peor de las decisiones. Cuando un gobierno asume con legitimidad y popularidad hay que tomar las decisiones difíciles.
-Dentro de un año hay elecciones en la Argentina y el gobierno dejó trascender que ya está pensando en la campaña pese a estar en medio de la pandemia. ¿Cómo se interpreta ese mensaje?
-No son conscientes de que hay que poner un plan B. El plan A con el que llegó a Casa Rosada no existe y hay que dinamitarlo. El plan B significa pandemia y pensar en medidas de escudo social y en la solución económica. Esto viene agudizado por las contradicciones internas en la coalición gobernante. Creo que el Gobierno intentará unificar posturas e ir como bloque. Me imagino también el costo que va a asumir. Podemos estar entrando en la fase más dura de la pandemia, pero creo que no ha llegado. Ustedes tienen verano ahora. Como en España, va a haber gente que quiere ir a la playa, que se quiera movilizar, viajar, comer afuera y jugar al fútbol. Va a llegar con mucho desgaste si no cambia el tono. El tono de marzo era bueno porque también tenía resultados buenos. Hay que recuperar el tono bueno y combinarlo con los resultados malos.
-¿Cuál es su mirada sobre la campaña en Estados Unidos?
-Creo que se va a incrementar la dureza. Trump va a ser más duro, no creo que con Joe Biden. Creo que irá a desgastar a la segunda línea, que va a incrementar los insultos y maltratos sobretodo hacia el hijo de Biden y a los demócratas. Busca apelar al votante indeciso.