El presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina, la AmCham, afirmó en diálogo con LA NACION que debería redefinirse el rol del Estado y que discutir el lugar del sector privado “es setentista”
La Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina, la AmCham, desarrollará mañana su Summit anual, una reunión en la cual líderes empresariales, políticos y sindicales debatirán sobre los desafíos del país y el grado de compromiso que tiene cada uno. “Este año se cumplen 200 años desde que se estableció un vínculo diplomático entre los dos países y se cumplen 40 años ininterrumpidos de democracia en la Argentina. Son dos hitos importantes que queremos destacar”, dijo Alejandro Díaz, el CEO de la AmCham en diálogo con LA NACION.
Entre los participantes habrá posibles candidatos presidenciales, como Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Juan Schiaretti. También estarán el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Horacio Rosatti, los gobernadores Alberto Weretilneck y Omar Perotti, y legisladores nacionales, y el ministro de Economía, Sergio Massa.
–¿Cuál es el modelo de país que pretenden desde AmCham?
–Uno competitivo, abierto al mundo, de crecimiento, que a través de acuerdos sustentables de los principales actores podamos tener un plan de soluciones concreto por un período de tiempo más amplio que el electoral. La Argentina tiene que establecer reformas estructurales que nos permitan revertir una decadencia de más de 20 años. Queremos un país que se abra inteligentemente al mundo y que aproveche las oportunidades, dándole al sector privado el rol que en el mundo tiene, que es el de generador de empleo de calidad y de oportunidades de crecimiento. Queremos volver al concepto de la movilidad social, para que el trabajo y el estudio nos dé la posibilidad de crecer económica y socialmente.
–Que no es el modelo que hay actualmente…
– Los resultados están demostrando que algo falló en estos 20 años, más allá de un gobierno. La inexistencia de un programa integral validado por todos los actores es lo que ha provocado los péndulos en las distintas administraciones. Hay discrepancias que se perciben tanto dentro del Gobierno como en la oposición. En cosas tan obvias uno encuentra interpretaciones o respuestas que en muchos casos son absolutamente opuestas. Ese el primer gran problema de la Argentina: ¿cómo se establece un diálogo fluido entre todos los actores y cuál es el plan sobre el que los agentes políticos y económicos pueden activar una respuesta? Para eso hay que redefinir el rol del Estado, hacer reformas estructurales que permitan la mejora de la empleabilidad, revisar la carga tributaria para ser competitivos, revisar el sistema previsional para hacerlo sustentable. Eso requiere acuerdos. Hasta el sector empresarial tiene que hacer su mea culpa de no haber trabajado activamente para ser un referente en la construcción de esos acuerdos.
–¿Por qué no se logran esos acuerdos?
–El poder es muy tentador. No hubo capacidad de articular un espacio de discusión constructiva, la grieta fue un buen negocio para algunos y un mal negocio para el país. El sector empresario, a partir probablemente de su fragmentación y de su incapacidad de construir propuestas consistentes no ha podido darle a la sociedad el rol que debería tener, que básicamente es generar empleo y ser un agente transformador de bienestar. Eso no lo ha podido demostrar y acordar internamente, y entonces tiene tanto o más responsabilidad que los líderes políticos o sindicales para revertir esa situación de decadencia, que hemos tenido en más de 20 años. Esto viene inclusive a partir de la democracia. Cumplimos 40 años de democracia, pero no hemos construido un espacio de toma de decisiones acordado entre todos los actores. Debería ser el desafío cualquiera sea la administración a partir del 11 de diciembre.
–¿Cree que puede cambiar eso? Porque recién hablaba de discrepancias no solo en el oficialismo, sino también en la oposición.
–Creo que las oportunidades argentinas son tan importantes desde el punto de vista de los negocios, que con una mediana coordinación podría haber solución. La Argentina está en una situación injustamente innecesaria. ¿Esos liderazgos lo van a visualizar? Esperemos que sí. Creo que la Argentina tendrá probablemente un 2024 muy complejo, cualquiera sea el gobierno, pero si se toman estos acuerdos de largo plazo, la Argentina debería volver a recuperar rápidamente los superávit gemelos. Para eso hay que dar confianza, establecer una relación con los actores que manejan la Argentina y empezar a trabajar en el largo plazo. La apetencia de poder fue una limitante para que eso ocurriera en el pasado, esperemos que en el futuro se comprenda que es necesario romper ese círculo vicioso y entrar en un esquema virtuoso para los próximos 10 o 15 años.
–Si no se logra eso, ¿qué puede pasar? En los últimos años vimos varias empresas exitosas que se fueron del país, como la estadounidense Walmart.
–La decisión de Walmart fue una decisión estratégica global. Se fue de la Argentina, pero también de Japón, Australia y el Reino Unido, porque cambió su modelo internacional. Nosotros, en los últimos tres años hemos crecido en membresía. No vemos un proceso de deterioro, con empresas que están pensando salir del país. Hay empresas que redefinieron su modelo y pasaron de uno productivo a uno distributivo, pero eso pasa porque el mundo está cambiando. Cuando se analiza al Cono Sur, hay tres países que pueden ser aliados vectores de Estados Unidos: Brasil, la Argentina o Colombia. Lula está ambiguo y todavía no definió su estrategia comercial y geopolítica, luego de sus declaraciones sobre la Guerra en Ucrania, y Petro tiene una visión del mundo un poco distinta a la que puede tener Estados Unidos. Con lo cual, la Argentina es el escenario natural para cumplir ese rol.
–¿Hay confianza todavía? Donald Trump apostó en su momento por el liderazgo de Mauricio Macri.
–Probablemente, en la administración de Trump era más por personalismo que confiaba en Macri. Hoy no ocurre eso y, es más, sorprendió que Joe Biden concediera con una semana de anticipación la reunión bilateral con Alberto Fernández. Hay una frase que me quedó marcada en la reunión bilateral, cuando Estados Unidos dijo que no recibe solamente al presidente Alberto Fernández, recibe a los 47 millones de argentinos. Y nosotros vamos a colaborar en esta transición de nueve meses, porque nuestra visión de la Argentina es largo plazo.
–¿Cree que ese acuerdo se trasladará al acuerdo con el FMI?
–No hay ninguna duda. El presidente americano le dijo a su secretaria de Estado, Janet Yellen: “Trabajá en la transición de los próximos nueve meses”. Ya en la concreción del acuerdo original con el Fondo, cuando estaba Martín Guzmán, y más aún ahora, que las condiciones han cambiado y, por ende, los indicadores deben ser revisados, demuestra que hay un interés colaborativo y un rol muy activo y positivo de Estados Unidos para que la Argentina encuentre los vehículos para la transición hasta el 11 de diciembre.
–La cámara expresó hace unos meses que el Gobierno implementó políticas “que abogan por ahuyentar inversiones”. ¿A qué se refería?
–Plantear ahuyentar inversiones es setentista y eso se vio en la pandemia: ¿cuál era el rol del Estado? Todavía seguimos discutiendo el rol del sector privado. Probablemente hemos hecho las cosas mal, como sector privado, para que no se reconozca el rol de generador de riqueza, pero en el mundo eso ya no se discute. El Estado tiene que definir el plan de incentivos y los programas estratégicos de acuerdo con las oportunidades de crecimiento que hay en el país. El problema es que para eso hay que tener acuerdos. Discutir el rol del sector privado es setentista. Es lo mismo que discutir el rol del Estado, el problema no es si es grande o chico, el problema es si es eficiente o no. El Estado no genera riqueza per se, pero tiene que crear las condiciones con marcos regulatorios que sean pro empresa. Si eso no ocurre, no se puede pretender que las empresas se desarrollen. Por eso tenemos la decadencia de los últimos 20 años.
–El Gobierno, sin embargo, insiste con acuerdos de precios. ¿Funcionan?
–No lo tengo que decir yo, hace 20 años que no funcionan. ¿Por qué un programa que no funcionó estructuralmente durante 20 años va a funcionar en 2023 y a cinco meses de las elecciones? No hay ningún elemento. Esos acuerdos de precios son de la época de Gelbard [exministro de Economía, en 1973], que terminó con un estallido en la Argentina. La peor década del país fue de 1972 a 1982.
–¿Puede terminar igual ahora?
–Espero que no, porque el mundo es distinto y la Argentina tiene oportunidades manifiestas. Simplemente, tenemos que adecuar la política para el nuevo mundo. Esas metodologías creo que fueron un tanto arcaicas. Tiene que haber una administración que entienda que eso es parte del pasado. Nosotros seguimos discutiendo la inflación de doble dígito, cuando todos los países lo solucionaron en algún momento. Ahora va a depender de nuestra habilidad para establecer reglas de juego de forma tal que en 10 años no tengamos 120% de inflación. Nos va a llevar tiempo, no dos meses. Es más, probablemente la inflación de 2024 sea más alta que la de 2023.
–¿Qué es lo que más les preocupa a las empresas? ¿La inflación, las restricciones para importar, la inseguridad jurídica?
–Mientras haya una Justicia razonablemente independiente, no es hoy una preocupación acuciante la inseguridad jurídica. Creo que lo más preocupante es la incapacidad para tomar decisiones como empresa de manera razonablemente independiente. No se puede importar libremente, porque hay limitaciones, más allá de que las causantes son conocidas y es que no hay reservas en el Banco Central. Pero también eso es producto de las políticas que se establecieron. Hay limitaciones para la importación y para armar el portafolio de productos terminados. Hay limitaciones para trasladar precios; las empresas de consumo masivo están con un tope hasta junio de 3,2% mensual, cuando los costos subieron entre 7% y 9%. ¿Cuántos meses más ese plan es viable para una empresa? Hay condicionamientos de precios, de acceso al mercado único de cambio, de importaciones, de tener claridad con los precios relativos. Eso genera impredecibilidad y, por ende, no es un aliciente para el desarrollo y la inversión. La Argentina tiene las oportunidades para tener el bienestar de Escandinavia y tenemos el bienestar de Angola. Seguimos discutiendo si el crecimiento viene del consumo o de la inversión. Seguimos pensando que el consumo es la madre de todas las batallas, cuando lo es la inversión, algo que no tenemos. Hay tres problemas: no todos comprenden esto; a algunos no les conviene este esquema, desde la construcción del relato; y, en tercer lugar, no nos ponemos de acuerdo. Seguimos discutiendo cosas que el mundo no discute.